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Una cumbre para frenar el cambio climático

El Protocolo de Kioto pasará su prueba de fuego en la reunión que se inicia hoy

por Gustavo Catalán Deus

La contaminación aumenta y las temperaturas también. Hoy es un día crucial para resolver esta espiral inquietante que nos conduce a un planeta más caliente y con fenómenos meteorológicos cada vez más violentos. La Sexta Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático (COP6) comienza hoy en La Haya y durante las próximas dos semanas deberá decidir cómo se aplica en la práctica el Convenio del Cambio Climático de Kioto, que hasta ahora es un papel mojado lleno de buenas voluntades.

Si el lector recuerda, todos los países reunidos en diciembre de 1997 en Kioto apuraron la última madrugada de las sesiones para llegar a un acuerdo global: reducción del 5,2% de las emisiones de seis gases que provocan el efecto invernadero entre el 2008-2010, sobre las emisiones que hubo en 1990. El acuerdo debería de haber sido ratificado por los parlamentos de los 180 países firmantes, pero ninguno lo ha hecho.

En los tres años transcurridos para aplicar los principios del acuerdo, que también añadía mecanismos de flexibilidad para ayudar a alcanzar la reducción de la contaminación, han surgido interpretaciones divergentes: desde las más cicateras, defendidas básicamente por los EEUU, a las más progresistas, apoyadas por la denominada burbuja comunitaria, integrada por los países de la UE.

Las grandes asociaciones ecologistas internacionales, como Climate Voice, Greenpeace, Amigos de la Tierra, WWF o Rising Tide, han dado la voz de alarma sobre los mecanismos de flexibilidad, a los que ya denominan como «lagunas» o «trampas», que podrían incluso anular los cicateros acuerdos del Protocolo de Kioto.

Básicamente, los mecanismos de flexibilidad son: la inclusión de sumideros de carbono (como las plantas absorben CO se pretende hacer cultivos especiales para seguir contaminando); los sistemas de desarrollo limpio (a cambio de facilitar tecnología a países en desarrollo, el donante se apunta la reducción de las emisiones que se logren en ese país) o el comercio de aire caliente (la compra de emisiones de CO a países menos industrializados).

Las espadas están en alto a la hora de interpretar las tres fórmulas. Será lo que tengan que acordar los reunidos en La Haya. Y según lo que ocurra al final de esta Cumbre del Clima, el Protocolo de Kioto se pondrá en vigor en el 2002 o se retrasará tres años.

Excusa barata

Por ejemplo, el problema de los sumideros es que «son una excusa muy barata para no reducir las emisiones», según José Luis García Ortega, responsable de Energías de Greenpeace España. Como las plantas absorben CO de la atmósfera, los países que promueven esta iniciativa en su máxima expresión, que son los más contaminadores, quieren seguir emitiendo gases a cambio de actividades forestales.

Por cada tonelada de carbono almacenada en los árboles y que se sume en el Protocolo de Kioto, habrá por tanto una tonelada extra de combustible fósil que se queme. Si se acepta a la grande este sistema, se contabilizarán las toneladas que la planta absorbió en su día, pero que en cualquier momento se pueden liberar a través de los incendios forestales. Es dejar una hipoteca de CO para las generaciones venideras.

El 5,2% de reducción de emisiones acordado significa dejar de emitir 700 millones de toneladas anuales de gases de efecto invernadero. Curiosamente, esta es la cifra que, según el Informe Especial del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPPC) puede absorber la vegetación del planeta. Por tanto, si este mecanismo se adopta sin reservas, nadie tendrá que reducir su contaminación. Kioto no valdría de nada.

Comprar aire caliente

Otro mecanismo será el de la compra de aire caliente. El Protocolo asigna a cada país una cuota límite de contaminación y permite que los países puedan comprar y vender esas cuotas. Hay países como Rusia, al que se le asignó una cuota muy superior -porque era un país muy industrial, pero hoy venido a menos- que desea vender esos derechos; y otros, como EEUU, que desea comprarlos. Con ese sistema todos esos gases que no se iban a emitir, otro los emitirá. En la Cumbre de la Haya se decidirá que límites se ponen a ese comercio o si no habrá límites, tal y como desean algunos.

El tercer caso de mecanismos se refiere a las ayudas tecnológicas para que los países pobres emitan menos gases, y a cambio, esa reducción se la apunta el país donante. ¿Qué tipos de proyectos? ¿Qué tecnologías se aceptarán? En reuniones precedentes algunos de los países más industrializados han llegado a proponer el construir centrales nucleares en el Tercer Mundo. De esta manera exportarían una tecnología que no se quiere en Occidente y además se apuntarían ellos la reducción de emisiones.

La perversidad de la interpretación de este mecanismo ha llevado a algunos a proponer como un mecanismo de desarrollo limpio el construir centrales térmicas de carbón en los países pobres. Por ese motivo, los ecologistas proponen que sólo sean tenidos en cuenta en este punto aquellos proyectos que tengan que ver con fuentes de energía renovable.

Hay un último punto que se deberá acordar: el régimen de control y las sanciones a los que no cumplan el Protocolo. En este caso hay, desde países que quieren sanciones ejemplarizantes, a los que no quieren sanciones de ningún tipo. Algunos de estos últimos piden que les dejen tomar prestada parte de su cuota de emisiones del futuro: así no harían nada y se gastarían incluso el presupuesto de sus próximas generaciones.

Los apodos de La Haya

Los 180 países que debatirán sobre el clima en La Haya, se agrupan por grupos de presión que tienen apodo. El lector debe de familiriarizarse con ellos: La burbuja comunitaria es el nombre que reciben los 15 países europeos de la UE. Presentan una postura casi uniforme y son la avanzadilla de los países industrializados por un acuerdo positivo.

El bloque paraguas agrupa, aunque con distintos criterios, a los países industrializados menos favorables a la reducción de emisiones. Lo encabeza EEUU, y le siguen con más o menos entusiasmo Japón, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.

El grupo oasis reúne a los estados insulares que ya sufren los efectos de la subida del nivel del mar. Estos miniestados quieren una aplicación estricta y rápida del Protocolo de Kioto, por la cuenta que les trae.

El grupo 77 o G-77 lo integran 77 países en vías de desarrollo a los que lidera China y otras potencias emergentes. No tienen prisa en aplicar el Protocolo de Kioto, pero sí quieren recibir las tecnologías que el acuerdo les facilita.

Otros lobbys presentes en La Haya son la organización petrolera OPEP, el sector de la energía nuclear y las grandes ONG ecologistas.

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El Apocalipsis del «efecto invernadero»

Mil científicos del IPCC alertan de que las temperaturas subiran el doble de lo previsto

por Carlos Elías

MADRID.- No son las profecías de Nostradamus sobre el fin de los tiempos. Son las conclusiones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), un informe elaborado por más de un millar de científicos de todo el mundo y que deberá aprobarse en mayo del 2000.

Coincidiendo con la Cumbre de la Haya algunos científicos han filtrado en el último número de la revista New Scientist algunas de sus conclusiones. El panorama que nos espera en el siglo XXI es, francamente, desolador. La primera conclusión: las temperaturas medias no sólo aumentarán un máximo de 3,5 grados como se pronosticaba en 1995. Este dato se elaboró en función de los cálculos de unos ya viejos programas informáticos.

Con los nuevos modelos se obtiene que se incrementará en seis grados, es decir, casi el doble de lo previsto.

Las modelizaciones introducen una pregunta: ¿Qué pasará si la cantidad de gases con efecto invernadero duplica la existente en la Tierra antes de la Revolución Industrial, algo que de no tomarse medidas drásticas ocurrirá en el 2080? El programa comienza a correr y los resultados son escalofriantes.

Las temperaturas aumentarán entre 0,1 y 0,4 grados centígrados cada década. Los hielos polares se fundirán y subirá el nivel de los mares entre 14 y 80 centímetros. Se modificarán las corrientes de agua y la dinámica atmosférica global.

En el sur de Europa los veranos extremadamente tórridos serán cinco veces más frecuentes y su duración se prolongará. En España, por ejemplo, se prevé que dentro de 20 años, los inviernos fríos se reducirán a la mitad y en el 2080 prácticamente desaparecerán. Tendremos eterno verano y eso supondrá, según el informe, escasez de agua, más incendios forestales y desertificación.

Se prevén «intensísimas olas de calor» lo que según el informe, desanimará a los turistas a visitar los países del sur de Europa.

En el norte tampoco se escaparán de la nueva versión del Apocalipsis: allí aumentarán las lluvias torrenciales y las inundaciones. «Los impactos negativos del cambio climático se dejarán sentir de forma más aguda en las áreas rurales de Europa meridional y oriental que sufrirán un calentamiento el doble de veloz que en el norte», se precisa.

¿Qué diferencia estas predicciones de simples profecías o premoniciones? Pues que si a los modelos informáticos se les da hacia atrás en el tiempo y se les introduce las condiciones de 1900 prácticamente calcan lo que durante estos cien años se ha recopilado en los institutos nacionales de meteorología: las precipitaciones en Europa del norte han aumentado entre el 10% y el 40%, mientras que el sur se ha secado un 20%. La temperatura ha subido 0,8 grados este siglo siendo la última década la más calurosa. Y el nivel de los océanos se ha incrementado entre 10 y 20 centímetros en este siglo, lo que significa un ritmo 10 veces superior a la media de los 3.000 últimos años.

«No sólo hay que luchar para que no se sigan emitiendo gases con efecto invernadero como el dióxido de carbono sino que también habrá que aplicar el ingenio para resolver los graves problemas que, irremediablemente, se avecinan», señaló Martin Parry científico de la universidad británica de East Anglia y director del informe para la Unión Europea.

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Rusia ratifica el Protocolo de Kioto

El presidente ruso, Vladímir Putin, promulgó la ley de ratificación del Protocolo de Kioto, el primer tratado ecológico global, que tiene como fin frenar el calentamiento del planeta. La adhesión de Rusia, que será efectiva en tres meses, era decisiva para la entrada en vigor del protocolo, pues para ello se necesitaba el respaldo de países que emitan más del 55% de los gases que producen el efecto invernadero.

Hasta ahora el Protocolo había sido ratificado por 126 países, que emiten el 44,3% de los gases que producen el calentamiento del planeta.

Con la ratificación de Rusia, que produce el 17,4% del total de esas emisiones, quedó superado el porcentaje requerido para que el Tratado entre en vigor en todo el mundo.

El Protocolo de Kioto prevé reducir las emisiones de gases que producen el efecto invernadero en un 5,2% respecto a los niveles de 1990 en el período entre 2008 y 2012.

Las dos cámaras del Parlamento ruso aprobaron la ratificación del pacto el mes pasado, después de que Putin diera su aprobación.

Rusia firmó el Protocolo de Kioto en 1999, pero aceptó ratificarlo sólo a cambio de un acuerdo de la Unión Europea sobre las cláusulas de la admisión de Moscú en la Organización Mundial del Comercio.

El alza de las temperaturas globales ha sido vinculada a situaciones climáticas extremas como sequías, inundaciones y un mayor nivel de mar, que algunos ven como posibles desencadenantes de conflictos.

Sin embargo, los detractores del pacto dicen que costará billones de dólares y tendrá un escaso impacto si países como China o EEUU no se suman a él.

Fuente: Diario EL MUNDO 05 noviembre 04