15 de marzo del 2000

Chatarra nuclear no identificada

En todo el mundo se han localizado más de 2.300 fuentes radioactivas abandonadas

GUSTAVO CATALAN DEUS. Enviado especial

CORDOBA.- El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU, ha dado la voz de alarma sobre las fuentes radioactivas huérfanas que circulan por el mundo. En los últimos años se han multiplicado los accidentes radioactivos mortales a causa de materiales provenientes de la industria abandonados por sus antiguos propietarios. El tema va a ser debatido en la Conferencia Internacional sobre Seguridad en la Gestión de Residuos Radioactivos que tiene lugar esta semana en Córdoba y que reúne a 400 expertos de 57 países.

El accidente más reciente en España tuvo lugar en mayo de 1998 en la factoría de Acerinox en Algeciras. Mezclado con chatarra procedente de EEUU se quemó en una colada un gramo de cesio 137 junto a 200 toneladas de hierro.

El resultado: una nube radioactiva que fue detectada en Los Alpes. Cinco trabajadores recibieron emisiones leves, la factoría quedó contaminada en algunas zonas y los dos centros de tratamiento de las cenizas situados en Huelva y Badajoz resultaron contaminados en gran medida.

El coste de las operaciones para el tratamiento de los filtros, las tierras y los residuos contaminados por ese simple gramo de cesio se eleva a miles de millones de pesetas. Acerinox pleitea con la empresa norteamericana que le envió la chatarra para que asuma los costes de la contaminación.

Las fuentes radioactivas, básicamente de cobalto, cesio e iridio, se utilizan en la industria para multitud de funciones. Con ellas se analizan materiales, se radiografían tuberías, se trata a la madera y a los alimentos. En la medicina se utilizan para irradiar los cánceres localizados.

Pero muchas de estas fuentes, compradas en los años 50 y 60, se han quedado obsoletas y, pese al deseo de tenerlas controladas, aparecen en vertederos, enterradas o abandonadas. Hay más de 2.300 casos registrados en el mundo. Cada año, en EEUU se encuentran un centenar. En España hay, de media, un caso anual.

En estos momentos se debate entre la vida y la muerte un soldador peruano, que en abril del año pasado encontró junto a la tubería que trabajaba un objeto metálico que le llamó la atención. Lo metió en su bolsillo. Por la noche aparecieron los primeros síntomas de enfermedad, aparte de una quemadura en su pierna. Pese a haber sido tratado en el centro Curie de París para grandes irradiados, las dosis recibidas ya le han costado una pierna.

En enero pasado, en una chatarrería de Tailandia, una decena de personas resultaron también irradiadas al manipular otra fuente radioactiva. En Turquía y Brasil se han registrado otros casos, con cinco personas fallecidas y un barrio entero desmantelado y llevado a un cementerio nuclear.

Durante años, en EEUU, se detectó a decenas de pacientes cánceres en los dedos de una mano. Se concluyó que el origen era el anillo de oro que todos habían comprado en una misma joyería. Aquel oro había servido para encapsular radio a principios de siglo, pasando posteriormente a manos de unos orfebres.

La OIEA impulsa desde hace tres años reglas para que los gobiernos controlen estas fuentes. En España se ha avanzado, tras el rastreo detectivesco realizado por el Consejo de Seguridad Nuclear. Este organismo ha tenido que recurrir a los fabricantes extranjeros de estos objetos para localizar a los médicos e industriales españoles que los compraron en los 50 y 60. «Prácticamente los tenemos todos recuperados, pero a veces aparece alguno», dijo a EL MUNDO Eugenio Gil, subdirector del Ciclo de Residuos del CSN.

En noviembre, la industria chatarrera, las acerías, los ministerios implicados, el CSN y la Empresa Nacional de Residuos, Enresa, firmaron un protocolo para evitar que se repita el caso de Acerinox. Los sindicatos se adhirieron la semana pasada a este documento.